APOYO A LA PLAZA DE LA SOLEDAD

La Plaza de la Soledad, ubicada cerca de la parroquia de Santa Cruz, alberga el campamento de migrantes más grande de la Ciudad de México. En condiciones precarias, más de 1000 personas viven allí, muchas de ellas niños, provenientes de Centroamérica, Sudamérica y África. Habitan en tiendas de campaña o en viviendas improvisadas hechas con retazos de madera y tablas de triplay. A diario enfrentan la lluvia, el viento, el frío y las ratas.

Vivir allí es como una cárcel al aire libre. Las personas casi no salen de ese espacio, pues temen ser detenidas debido a su situación irregular. No tienen a quién dejar sus pocas pertenencias, no hablan español, lo que aumenta su sensación de alienación, y salir del campamento para adentrarse en la ciudad resulta intimidante. Por esta razón, llevan meses atrapados en ese lugar, con muy pocas posibilidades de distracción o esparcimiento. Esto afecta especialmente a los niños y adolescentes, quienes como única fuente de diversión juegan al escondite entre la basura y las aguas negras, o improvisan deportes con balones viejos o hechos con basura.

La época decembrina afecta a todos de igual manera, evocando recuerdos de seres queridos que ya no están y momentos de tiempos mejores, lo que intensifica la nostalgia y melancolía. Ahora imagina vivir todo esto en una plaza, rodeado de desconocidos, pensando en los familiares y amigos que dejaste atrás en tu país, o peor aún, en aquellos que perdiste en el camino, ya sea en el Darién o en la Bestia.

Es por esto que queremos llevar alegría a este lugar. Queremos regalar balones de baloncesto, enseñarles a fabricar aros con retazos de plástico y otros materiales, decorar el exterior de sus viviendas para que se sientan más acogidos y darles un sentido de individualidad que se pierde al estar en un campamento con miles de personas. Queremos fortalecer su identidad y humanidad al ofrecerles actividades que les permitan reafirmarse como individuos dinámicos y creativos, más allá de las categorías de migrantes o refugiados.

Especialmente los niños y adolescentes merecen este impulso.