Esto será la diferencia entre desesperanza y la vida

Desde hace más de siete años, cuando mi hija tenía apenas 10, comenzó un camino de lucha y reconstrucción de sí misma. Fue diagnosticada con depresión, y desde entonces, nuestra vida se convirtió en una búsqueda incesante por su paz mental y una mejor calidad de vida. Pasamos de un médico a otro, pero cada intento parecía más difícil que el anterior.

Los diagnósticos eran inciertos, los tratamientos no daban los resultados esperados y su enfermedad avanzaba hasta el punto de poner en riesgo su vida. En noviembre, tras años de terapias y medicamentos, mi hija estuvo a punto de rendirse. Entre lágrimas, su cansancio y dolor parecían consumirla por completo. Pero Dios le dio una nueva oportunidad. Fue hospitalizada durante dos meses, aferrándose a la vida con la poca fuerza que le quedaba.

Sin embargo, su lucha no ha terminado. En este proceso, los médicos descubrieron que, además de la depresión, mi pequeña padece Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), una condición incurable que la mantiene en un peligro constante. A esto se suma una realidad desgarradora: en este país, la salud mental no es prioridad. No hay seguros médicos que cubran su tratamiento, y los costos son demasiado altos. Su organismo ha desarrollado resistencia a los medicamentos, agotando casi todas sus opciones para una vida estable.

Hoy, su última esperanza es un tratamiento de electroshocks cerebrales. Un procedimiento costoso, pero la única alternativa que nos queda. Por eso, con el corazón en las manos, acudimos a ustedes. Necesitamos ayuda para que mi hija pueda acceder a este tratamiento, su última oportunidad para vivir con dignidad y bienestar.

Esperamos llegar a su corazón y que nos acompañen en esta lucha. Cualquier apoyo, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia entre la desesperanza y una nueva oportunidad de vida.